Este adiós comenzó a tejerse a los 32 días de habernos conocido Z. Fue exactamente al cerrar la puerta de tu furgoneta un domingo de resaca emocional y de mucha melancolía mientras conducía de nuevo a Madrid.
Ese encuentro no buscado que resultó ser el momento en el que yo te vi como jamás esperé haberte visto nunca, me ha acompañado hasta hace dos meses, y que ahora se volvió a activar al volver a tenerte entre mis teclas y entre mis telarañas.
El recorrido fue el mismo, pero esta vez el dramático final se adelantó a todo lo que ya había aprendido, superó la barrera de la razón, se instaló en los nervios adolescentes de volver a verte, y acabó en tu rincón favorito de mi corazón. Pues eso, algo fulminantemente letal.
Ese encuentro no buscado que resultó ser el momento en el que yo te vi como jamás esperé haberte visto nunca, me ha acompañado hasta hace dos meses, y que ahora se volvió a activar al volver a tenerte entre mis teclas y entre mis telarañas.
El recorrido fue el mismo, pero esta vez el dramático final se adelantó a todo lo que ya había aprendido, superó la barrera de la razón, se instaló en los nervios adolescentes de volver a verte, y acabó en tu rincón favorito de mi corazón. Pues eso, algo fulminantemente letal.
Entre mi realidad de estar empezando a andar y mi realidad de tenerte que decir adiós, huelo un hasta luego.
Un hasta luego de emergencia que camuflo en el adiós, o ¿es el adiós que se camufla en un hasta pronto?