miércoles, 9 de noviembre de 2016

H2O


Dejé de escribir en el blog porque me empezaron a ir mejor las cosas, muy típico, y porque me canso enseguida de las cosas, muy típico también, y porque no tenía tiempo, muy tópico, y porque no necesitaba escribir, típico y tópico.

En este tiempo he conocido a un truhán, H, y a un farero, O.

Con H viví una película, con sus partes I, II y III. Viví un sueño americano, pero no era americano, era africano, así que el sueño fue africano, y me quedé prendada de las palmeras, las sonrisas, la calma, la esencia, los orígenes, lo auténtico, lo azul, las promesas, las palabras, nuestros mulatos en una casa en el campo más puro, tu cuerpo, tu acento, tu casa, yo en tu cama, nuestro contraste de piel, nuestra "buena pareja", nuestra belleza juntos y mezclados, y el resultado final. Pero me quedé des-prendada de mi con ti. A parte de tus silencios, tus ausencias, tus tardanzas, tu cobertura en el avión, tus no llamadas, tus no respuestas, tus no mensajes, tu "tu pijama no se donde está", tu "ese vestido es de unas turistas", tus despertares silenciosos, tu falta de palabra, tu novia invisible, tu tráfico de armas (podría incluirlo en: "y me quedé prendada de"), tus encantos silenciosos, tu mantenerme al margen, tus birras sin fin, tus celos, poco y mucho más.

O es farero, y como tal, tiene dos faros en su par de ojos. Cuando le miras ves la inmensidad, pero nada concreto puede atraparte y hacer que te detengas, es inmenso e infinito y se diluye entre mis manos. Fui una kamikaze a su lado, me tiré al agua siguiendo la luz del faro, sin pensarlo, sin sentido, sin salvavidas, sin ancla y con ropa. O parecía estar en una obra de teatro, actuaba muy bien, pero no había aplausos, yo no lo creía. No había "aforo completo", siempre quedaba algún asiento vacío, o unos cuantos, y nunca entendí muy bien porque. Si todo era tan perfecto y maravilloso ¿porque no me esperé a que acabara la función y me tiré a sus brazos? Sabía que me iba a caer, que pinchaban sus abrazos, yo lo pensé así, pero el farero me decía que yo le había convertido en eso: ¿En un cáctus?. ¡Puedes ser farero y de repente una maga con varita estrellada te convierte en cáctus! Todo eso también empezó a formar parte de la función "El farero con espinas". Yo me convertí en china, que luchaba con rusas, cubanas, alemanas, griegas, francesas... y siempre perdía la batalla, ¡cualquiera era mejor que yo!, ¡mas valientes seguro!, y menos malas, y con más espinas. O no se cuando me empezó a odiar, odiar mucho, y entonces yo le abrazaba y claro, las espinas... Me odiaba porque cuando nos miramos yo era tranquila y blanca, y con el tiempo empezó a ver mis negruras, mis sueños africanos y mis tiritas. Nunca me dio un beso desinteresado, mis heridas secretas le enfadaron cuando dejaron de ser secretas, y sus enfados me dejaron sin respiración y con una cadena al cuello. Intenté que me volviera a ver blanca, pero se debatía entre el negro y el gris, ganó el gris, y nos acompañó toda la función.
O el farero se fue y anhelé todos los días su presencia, a veces venía y se volvía a ir, esos minutos de faro y calma me llenaban el alma. Me relajaba. Se convertía (según él, lo convertía) en cáctus. Lloraba mucho y me convertía en ancla. O se convertía en farero.Yo me convertía en mujer. Yo me convertía en kamikaze, y volvía a ser la guardiana del amor, invisible. O pestañea muy rápido y quieres comértelo, tan rápido cómo sus palabras te atraviesan, y quieres agarrarlo. O tenia pinta de ser un buen padre, pero O se ha pasado 7 meses actuando para un público que no aplaude.
O me sigue odiando y no entiendo porqué. O dice: "he querido a otras mucho más que a ti y por menos las he dejado", eso dice O.


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