domingo, 31 de mayo de 2020

A punto

D, en una terraza con su té, ha empezado a hablar algo que dice que le pone muy triste. Digo “que dice” porque nunca le ha cambiado el rostro, nunca. Podría estar relatando las instrucciones de uso de una lavadora recién comprada, la cara seria la misma. Pero hoy ha pasado algo extraordinario, se le ha arrugado toda la cara, pero no con arrugas de esas que denotan experiencia, eran pliegues, eran el resultado perfecto de intentar contener las lágrimas con todos sus músculos de la cara, y movía rápido la cabeza como diciendo “fuera, fuera!”. Y de repente he visto cómo por primera vez estaba a punto de llorar. Ha sido la ternura que todo lo cura. Por fin le he visto. 

-Me ha encantado esa cara que has puesto.
-Ves, no soy tan robot cómo te piensas.
Le he abrazado y me he sentido más cerca de él que nunca.
-Yo tengo muchos sentimientos dentro.

¿Lo se, pero porqué ahí escondidos? Y, ¿sabes?, verte ha sido precioso, no sé porqué me privas de tanta belleza. 



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